Venimos de sol y playa, fiesta y familia. Nos apetecía un verde tranquilo, una mayor altura, una cocina… sí, de cecina, de jamón, de queso, de tomaca dura, roja i madura… pero tot del terreno. Amoroso y poblerinamente servido. ¡che, mone a Llucena! Esta primera idea forjó la excursión de reentré preotoñal. Charlamos con Emilio Edo, del restaurant La Perla, le encargamos un almuerzo de los que hacen clientes y con este as en la manga vino lo demás, gloria de este simpático pueblo montañés y nuestro, que el Cid pisó. Su pintoresca situación, su readaptada historia y su entorno, merecen mejores piernas que las nuestras, pero callejear, ver su interesante parroquia y su castillo hoy museo etnológico, etc. nos satisfizo. Sus parajes dan mucho de sí, pero nosotros con un buen chofer nos trasladamos al Hotel El Prat, cerca de su fuente y testimonio actualizado de lo que fue un turismo o relax estival decimonónico, que sólo competía con Benasal o Benicassim. Personalmente recordé anteriores estancias y pudimos degustar un digno porquet al forn en una comida bien grata, de viandas y recuerdos. El día, incierto pero agradable, detrás de los calores, ayudó y allí conciliamos serenidad y compañía.
Pero a las 5 tocaba plat de pedra; Alcora y su cerámica, la fundación del Conde de Aranda, vivero de arte impagable, debe ser visitado. Es sin duda mantenedor de las tradiciones artesanales que tienen, en el pastar i coure fanc, la raiz de la hoy base económica castellonera: la cerámica de la construcción, una de las más desarrolladas del mundo. El museo presta una función divulgativa y didáctica, su riqueza expuesta es admirable, destacando la porcelana artística. Merece un día. Nosotros, bien guiados sacamos jugo a una tarde. Y como siempre retamos a los negros nubarrones, la lluvia cayó, durante el viaje, pero al llegar a destino se paró para no mojarnos.
La salida de octubre, detrás del 9 y del 12, permitirá D. m. una visita acuosa, ya quieta de turistas. Pero empezaremos con vino y cerveza, almorzando en Cullera; nuestro colega y buen gastrónomo Angel Serrano, com no estem per a perdre, nos lloga la festa. Los juegos del agua de Les fonts de l’Algar, en Callosa, propiciarán un admirativo paseo. ¿quí no troba la pau en la remor de l’aigua? Observaremos los caprichos de la madre naturalea, en medio del secano. O tendremos el mejor panorama marino en l’Olla d’Altea, todo un gozo, para quien encuentra ocasión y modo de vivirlo. La fraternal y marinera comida con la que nos acogerá el celebre “Barranquí” en su restaurant l’Olleta de Villa Gadea, hace pensar, en un retorno plácido, que eleva el listón de nuestra salidas. Ya os contaremos, mientras el ocaso refleje sus soles en el mar, riñendo con las sombras del Peñón de Ifach.